La maestra de primaria notó que una de sus alumnas, después de las clases, enterraba sus libros y cuadernos bajo un árbol. La maestra quedó en shock al descubrir por qué la niña hacía eso.

POSITIVO

Una maestra de primaria notó que una de sus alumnas, después de clase, enterraba sus libros y cuadernos bajo un árbol. La maestra quedó en shock al descubrir por qué la niña hacía eso 😱🤔

En la clase siempre destacaba una alumna: era callada, reservada, pero increíblemente inteligente. Sabía las respuestas a las preguntas más difíciles, resolvía los ejercicios más rápido que nadie y leía como si absorbiera cada palabra con el corazón. Pero no tenía amigos; se mantenía al margen. Sus compañeros la evitaban: todos sabían que provenía de una familia pobre y se burlaban de ella.

La maestra sentía lástima por ella, pero había algo más que la inquietaba. Cada día, después de las clases, la niña no se apresuraba a volver a casa.

Iba al patio detrás de la escuela, se sentaba bajo un viejo árbol y escribía largo rato en sus cuadernos, resolvía ejercicios, leía sus libros. Y luego hacía algo que, un día, dejó a la maestra sin aliento: la niña cavaba un pequeño hoyo y enterraba allí sus libros y cuadernos, cubriéndolos cuidadosamente con tierra.

Esto se repetía una y otra vez, todos los días. Hasta que un día, sin poder resistir más, la maestra se acercó a la extraña alumna.

—¿Por qué haces eso? —le preguntó con voz suave.

La niña se quedó inmóvil, abrazó sus cuadernos contra el pecho y respondió en voz baja. 😱🤔 La respuesta la dejó a la maestra completamente impactada 😨
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—Papá no debe verlos. Él me prohíbe estudiar.

Y entonces salió una confesión que estremeció a la maestra. El padre pensaba que una mujer solo debía saber cocinar, lavar y limpiar.

Estaba en contra de la escuela; decía que el conocimiento solo arruinaba a una niña, que su destino era casarse a los dieciocho años.

Un día, cuando el padre la sorprendió haciendo sus deberes, le arrancó los cuadernos, rompió los libros y los arrojó al fuego. La niña lloró, le suplicó que no le quitara lo único que le daba alegría, pero él fue inflexible.

Desde entonces, escondía sus libros bajo el árbol para que su padre no los encontrara. Se sentaba sobre la tierra fría, hacía sus tareas, los volvía a enterrar y regresaba a casa como si no tuviera nada.

La maestra escuchaba sin poder creerlo. Frente a ella estaba una niña que luchaba por su derecho a aprender, ocultando el conocimiento como si fuera un tesoro secreto.

Las lágrimas llenaron los ojos de la maestra, y en su corazón nació una determinación: no permitiría que aquella niña perdiera su futuro.

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